Antes de ser mamá de perro, nunca me habían orinado encima, ni había recogido caca. Nunca me habían babeado tanto,
ni había
sido mordisqueada por los dientes de un cachorro.
Antes de ser mamá de
perro, mis pensamientos,
mi cuerpo y mi mente eran sólo míos.
Dormía
la noche entera sin tener que compartir
mis sábanas,
ni mi almohada.
Antes de ser mamá de
perro, jamás
había llorado al mirar en la profundidad de unos ojos y ver la pureza
de un alma.
Nunca había sentido mi corazón
romperse en millones de trozos si no podía
detener un dolor.
Nunca pensé que
una criatura de pelo y patas podría tocar en lo más hondo de mi corazón.
Antes de ser mamá de
perro, nunca había
sostenido a un cachorro dormido solo porque me era imposible alejarme de él.
Nunca había
pasado una noche despertándome cada diez minutos solo para comprobar que todo estaba bien.
No sabía cuanta paz se podía sentir al darle de
comer y saciar su hambre.
Jamás pude imaginar que algo tan pequeño podía hacerme sentir tan importante.
Antes de ser mamá de
perro,
nunca había
conocido la calidez,
la diversión,
el amor,
la angustia,
el placer,
ni la satisfacción, de ser una mamá de perro. ANÓNIMO